sábado, 3 de septiembre de 2011

buscar mariposas hasta que entienda que llegarán a mí...


Ver cómo escarban dentro de mí las manos grises. La dulce nana de mi mente, me toca los labios, me lleva al silencio. ¿Quién eres tú para entrar en mi magia? Mi templo es egoísta, no se contenta con nada. Mi templo es de dioses frívolos y hecho de cristales bien pulidos. Mi templo está vacío…
Dónde los encontraré, serafines demonios míos. La sangre que ustedes buscan por los rincones, como volando con las alas maltrechas entremedio de un laberinto uniforme. Aquella es la sangre yo busco, busco entre los matorrales de la humanidad perdida, desquiciada. Busco entre las flores de los positivos. Busco entre el polen y la esencia del filosófico que se acurruca en un botón de rosa. Entre los pétalos purpúreos bajo los ojos de la mujer. Entre las esmeraldas hechas hojas de un hombre que busca el renacer. Entre la raíz anidada en el pecho de un niño. Busco entre el odio y el amor espontáneo ¡Busco, busco, busco agua en este desértico panorama! ¡Cómo busco dioses, cielo, karma malherido, cómo busco! Busco un silencio eterno entre las estrellas y la galaxia. Busco la sangre agria, que en mi boca hierva dulce y acelerada. Busco el espejo de mis colores, el eco de mis alaridos. ¿Dónde están demonios míos?  Quiero verlos frente a mí, den la cara, predilectos, en mi mente no descansan, quiero danzarles como partículas de un sol descascarado, cayendo bajo una luna imperante, tender para ustedes, el manojo de vidrios rotos que se acomodan en mis manos, rearmados para ustedes. Todo lo que soy, esta noche está penetrando en mi pecho, explotará un volcán en mil rosas inéditas.
Dices creer quien soy, dices conocerme. El misterio, mi misterio, oh! Cielo bendito! Cómo vomitaste las estrellas con dulce poesía, vomitaré mis estelares frases en tu rostro decidido, ahí se va mi yo, ahí me acabo, ahí existía, ahí morí.
Es por esto, amigos míos, que mi paz sólo radica en la jaula de mi prosa. No tengo en mi cerebro ni en mi corazón, ni en una mente descarriada, la raíz de mi arte rota, maligna, enferma. Aquella que asusta, aquella que invade, está acá, en cada letra, más tangible de lo que se cree. Tócame, no muerdo.